martes, 16 de noviembre de 2021

Ciencia de la felicidad: ¿Importa todo lo que publicas? (segunda parte)

En la primera parte de este tema platicamos sobre lo intensas que se vuelven las experiencias cuando se comparten y en parte esto explica el porqué plataformas como Instagram tienen tanto éxito.

No obstante hay otra cara de la moneda. La desconexión que nos puede generar esta intensa necesidad de compartir

Alex Berge de la Universidad de Nueva York, condujo una serie de experimentos en este sentido: organizó una exposición etrusca e hizo participar a dos grupos de personas, unos llevaban sus teléfonos (y por ende estuvieron tomando fotos de toda la exposición) y a los otros se les prohibió llevarlos. 

Al final se les hizo un test de recordación. Los participantes que pudieron tomar fotos pudieron recordar más detalles visuales pero no pudieron poner atención al guía perdiéndose de otro tipo de detalles de la exhibición. 

Este experimento nos hace preguntarnos: ¿somos más felices cuando podemos captar todos los momentos con nuestros teléfonos? Si se trata de poner atención a lo visual, la respuesta es si. No obstante, dejaremos de lado todo lo que no sea visual.

Esto en cuanto a las fotos que tomamos para recordar la experiencia. No obstante, las fotos que tomamos para compartir, por ejemplo, en redes sociales, tienen un componente totalmente diferente. Nos sacan totalmente de la experiencia, hacen que nos sumerjamos en la foto misma, su calidad, su presentación, etc. y por ende disminuyen el disfrute. De acuerdo a los estudios de Berge, cada vez que tomamos una foto para compartir, perdemos todos los beneficios que nos puede traer. 

Estos resultados son curiosos, y el como funciona la mente humana no deja de sorprender:

Tomar fotos nos ayuda a poner atención a los detalles. Compartir intensifica las experiencias. Pero el momento en que ponemos tomar fotos y compartir juntos, perdemos todos los beneficios dado que nos saca totalmente de la experiencia.

Toma estos comentarios en cuenta la próxima vez que estés tomando fotos para tu FaceBook o Instagram, te puedes estar perdiendo de vivir.

  

Ciencia de la felicidad: ¿Importa todo lo que publicas? (primera parte)

El 5 de octubre de 2010, Kevin Systrom y Mike Krieger lanzaron Instagram. En veinticuatro horas contaban con veinticinco mil usuarios y hoy en día se suben a Instagram alrededor de mil fotografías por segundo. Instagram nos permite captar los momentos y compartirlos. 

Erika Boothpy de la Universidad de Cornnell, ha estudiado esta necesidad humana con detalle. "Desde que somos niños tenemos la necesidad de compartir lo que vivimos, podemos ver a los niños que llaman la atención de sus padres con insistencia justamente para esto: ¡mira mamá!". Nuestra necesidad de compartir no es aprendida, aparece desde el primer año de vida aproximadamente. 

Los experimentos de Erika han demostrado cosas interesantes, por ejemplo, compartir eventos y vivencias puede alterar nuestra percepción de ellos. 

En un estudio, se juntó a un grupo de personas para una cata de chocolates. Entraban de uno en uno a una sala donde había un colaborador de Erika. A un grupo se le daba el chocolate a probar y lo probaban ambos, en otro grupo, se les daba el chocolate pero mientras el sujeto lo probaba, el colaborador hacía otras actividades. En todos los casos, los participantes que comieron "acompañados" expresaron que el chocolate era mejor que los que lo hicieron "solos". 

En una segunda parte de este experimento, Erika replicó la dinámica pero ahora con un chocolate de muy mala calidad. Aquellos que lo comieron "acompañados" reportaron consistentemente que el chocolate sabía peor que aquellos que lo probaron "solos". Lo que Erika Boothpy concluyó es que las experiencias no necesariamente mejoran si las compartimos, solo se hacen más intensas... para bien o para mal.

En otro experimento, Erika le pidió a un grupo de personas que vieran un documental. Este era un documental ganador de las cinco estrellas del festival de Berlín, era un gran documental, sumamente emocional. Unos participantes entraron solos a la sala a verlo en tanto que otros lo hacían acompañados de una o dos personas más. Como ya se había visto, los que lo vieron acompañados hablaron de lo intensa que había sido la experiencia, en tanto que los que lo vieron solos hablaron mucho de la frustración que sintieron de no tener con quién compartirlo.  

Hasta aquí vamos viendo la necesidad inherente a las personas por compartir lo que viven. No obstante todos hemos estado en el concierto, en el museo, o en el lugar del paisaje, tratando de conectar con el momento, notando que muchos sacan los teléfonos y están pendientes de la pantalla no de lo que viven... ¿esto realmente nos hace felices?
 


Diez hábitos típicos de las personas resilientes (segunda parte)

 En la publicación anterior estuvimos comentando sobre la resiliencia y algunos de los hábitos que las personas más resilientes tienen en común

6. ... ¡Pero también con todo tipo de seres humanos!

Vivir la vida con normalidad incluye no estar limitado por una burbuja de amistades y conocidos que cumplan unas características muy determinadas. Por eso, alguien con un buen dominio de las estrategias de afrontamiento no tendrá mayor problema en interactuar con todo tipo de gente de vez en cuando.

7. Están todo el día haciendo cosas

¡Mientras cuando toca dormir, claro! Mantener una actitud activa las ayuda a centrarse y llegar a los objetivos deseados, lo cual a la vez repercute positivamente sobre su propia autoestima y la autoconfianza.

8. Practican deporte y/o algún tipo de meditación

La meditación parece tener múltiples beneficios, entre los que se encuentran la facilitación de aparición de pensamientos positivos y la reducción del estrés, tal y como queda explicado en este artículo. El deporte, por su parte, también sirve para relajarse y ganar en autoconfianza. Ambos hábitos, además, no dejan de ser rutinas muy sólidas para el día a día o, dicho de otro modo, pequeñas metas cotidianas.

9. Usan el humor para empoderarse

El humor es un valiosísimo recurso para quitarle importancia a las cosas a la vez que se obtiene una sonrisa a cambio. Hacer bromas sobre algo relacionado con los problemas personales es perfectamente saludable, teniendo en cuenta que se aborda el tema obteniendo una respuesta emocional que es agradable y nos libra del peso del estrés. Eso sí, en tanto que estrategia de resiliencia deberían ser bromas espontáneas y genuinamente graciosas. Auto-imponerse la tarea de hacer humor puede ser un mecanismo de defensa si sólo se tratan las bromas como una máscara.

10. Reservan momentos para pensar acerca de lo que pueden hacer a largo plazo

Enfrentarse a las adversidades significa mirar más allá del estrés o la tristeza que puede experimentarse de vez en cuando. Por eso, alguien que haya conseguido entrar en una dinámica de resiliencia planifica sus objetivos y hace que algunos de estos queden proyectados hacia el largo plazo. Esto ayuda a mantener los pensamientos fijos en aquellas cosas que pueden ser cambiadas a mejor y, además, el hecho de poder cambiar materialmente el contexto hace que sea más fácil plantar cara a las situaciones negativas.

11. Invitan a los demás a participar en sus proyectos

Las personas resilientes transforman en hábito el hecho de animar a los demás a participar en sus proyectos, sean estos simples y a corto plazo o ambiciosos y basados en un objetivo que se tardará en alcanzar. El sentido de esto es contagiar la actitud positiva a los demás y, al mismo tiempo, hacer que esta actitud positiva vuelva a uno mismo a través de la satisfacción de los otros, como un eco. Además, los proyectos que involucran a muchas personas a menudo son más absorbentes y estimulantes que los que se realizan en solitario, ya que las expectativas que los demás ponen en nosotros nos animan a continuar.

12. Se empapan de cultura

Para desarrollar resiliencia no hay nada como explorar formas de pensamiento y dea acción alternativas. Y, para conseguir esto, vivir la cultura es fundamental; de este modo se descubren pensadores, autores y artistas que nos descubren su mundo mental y nos enseñan que la vida puede ser experimentada de muchas más formas de las que creímos en un principio. A fin de cuentas, a medida que crecen las opciones de pensamiento entre las que se puede elegir, crece también nuestra libertad y nuestra capacidad para experimentar las cosas de manera satisfactoria. En este sentido, las personas resilientes siempre se rodean de formas de expresión cultural estimulantes.

Diez hábitos típicos de las personas resilientes (primera parte).

La resiliencia es una de las capacidades más importantes que podemos desarrollar en nuestro diario vivir, especialmente en estos tiempos pandémicos en donde todos hemos sido puestos a prueba a diferentes niveles. Justamente por eso me parece importante comentarte que es un elemento de la personalidad que todos podemos tener y que es imprescindible para la vida saludable.  

Es común pensar que la resiliencia es algo parecido a una capacidad innata, una facultad que nace de manera espontánea en algunas personas que tienen que afrontar situaciones adversas.

Sin embargo, la resiliencia no es un rasgo de la persona que nazca con ella, ni forma parte de su temperamento. Se trata de un proceso en elq ue el individuo entra en una dinámica de interacciones con los demás y con el entorno de manera que es capaz de superar las adversidades.  

Dicho de otra forma: la resiliencia psicológica no se tiene, sino que es algo que se desarrolla y se aprende a mantener.

Es por eso que uno de los pilares de la resiliencia se encuentra directamente en los hábitos que la persona que logra desarrollarla. Estos hábitos característicos de las personas entrenadas en la resiliencia pueden ser tan variados y flexibles como maneras hay de vivir la vida, pero a grandes rasgos se pueden nombrar diez que son aplicables a la mayoría de lo casos.


1. Toman medidas para mejorar su autoestima.

Son capaces de reconocer que las acciones que hagan hoy cambiarán la manera de percibirse a sí mismas el día de mañana. Por eso, orientan parte de sus acciones hacia la mejora de la autoestima y la autoconfianza, lo hacen de manera más o menos consciente, para asegurarse de la eficacia de estas medidas y ser constantes en esta tarea.

2. Se sumergen en tareas creativas.

La creatividad es una de las formas de hacer que todos nuestros pensamientos se enfoquen hacia la resolución de un reto novedoso. La percepción de estar creando algo original hace que este hábito sea altamente estimulante, la sensación de haber terminado una pieza de trabajo que es única en el mundo es altamente placentera. Las personas resilientes lo saben y pro eso les gusta alternar las costumbres del día a día con un poco de novedad y exigencia a sí mismas. 

3. Mantienen una actitud estoica cuando conviene.

Las personas capaces de desarrollar una buena resiliencia son capaces de detectar aquellas situaciones en las que es prácticamente imposible hacer que el contexto cambie a corto o a mediano plazo. Esto posibilita que no se planteen ilusiones vanas y que sus esfuerzos para adaptarse a lo que es pasa se centren en gestionar su manera de experimentar  lo que ocurre en esta nueva situación..

4. Buscan metas constantemente.

Aceptar situaciones que en un principio parecen abrumadoramente malas, como una ruptura tras un largo noviazgo o el brote de una enfermedad, no significa que a partir de ese momento todos los aspectos de la vida de esa persona giren en torno a ese contexto percibido como negativo. Las personas resilientes muestran propensión a sacarle partido a la atención selectiva, en vez de estar todo el día pensando en las cosas malas que les ocurren, se centran en los objetivos a desarrollar. A fin de cuentas, fijarse metas con un significado personal, por muy insignificantes o trascendentales que sean estos objetivos, es lo que nos permite gestionar bien nuestros hábitos y tomar las riendas de nuestros actos. La resiliencia consiste, en parte, en orientarse hacia el horizonte posible.

5. Se rodean de personas con una actitud positiva.

Las personas resilientes lo son, entre otras cosas, porque han pasado pro alguna situación dura que los ha movido a entrenarse en su propia gestión emocional. Eso significa que asumen la existencia de una fuente ansiógena que puede generarles tensión, y lejos de pretender ignorarla

Las personas resilientes lo son, entre otras cosas, porque han pasado por alguna situación dura que les ha movido a entrenarse en su propia gestión emocional. Eso significa que asumen la existencia de una fuente ansiógena que puede generarles tensión, y lejos de pretender ignorarla o intentar suprimir su recuerdo (algo prácticamente imposible), simplemente, dirigen la atención hacia otro lado. Por ejemplo, hacia personas de actitud positiva. Envolverse en una comunidad receptiva y que apoya a sus miembros es una buena manera de facilitar la gestión de las emociones. Hacer que haya un flujo el optimismo y ansias de superación personal que vaya desde el entorno hacia uno mismo hace que todo resulte más fácil.