martes, 27 de octubre de 2020

Ansiedad de pandemia.

Vino la pandemia, nos recluyó en casa, nos hizo ajustarnos de manera abrupta a un nuevo estilo de vida para el que muchos no estábamos preparados. Ahora usamos cubrebocas para todo, entendemos con familiaridad (aunque no siempre la practicamos) la sana distancia, el gel antibacterial se ha convertido en uno de los productos de uso diario y obligado y el encierro nuestra rutina habitual.

Las empresas han virado a una dinámica de trabajo en línea en su enorme mayoría. Algunas tenían esquemas híbridos o parciales donde sus trabajadores iban algunos días a la oficina y otros se conectaban desde casa, o bien tenían un segmento de la fuerza laboral trabajando en línea con visitas esporádicas a la oficina en tanto que un buen porcentaje de los colaboradores contratados iban diariamente de manera física en horario completo. Hoy por razones de pandemia la mayoría de las empresas tuvieron que evolucionar a un esquema 95% en línea obteniendo de él ventajas notables básicamente en la reducción de costos. 

Ya no son necesarias las enormes oficinas corporativas llenas de mamparas, conexiones, aire acondicionado, salas de juntas y una que otra planta. Ahora la empresa no necesita pagar renta, o soportar el coste de estos monstruos administrativos. Mantienen la conexión de sus empleados a través de internet, correos electrónicos y alguna plataforma de videoconferencias. El empleado trabaja desde su casa, paga la luz, utiliza su mesa o escritorio, ya no consume el café de la oficina, ya no pierde tiempo en salir por "el cigarrito", en reír y comentar con el compañero de junto sobre las proezas del fin de semana. Ya no hay distractores. 

La pandemia y la necesidad de aislamiento han sido altamente favorecedores para las empresas dado que de un día para otro, obtuvieron una enorme fuerza de trabajo, un ejército de empleados que no tienen horarios ni distractores y que no representan mayor costo que salario y prestaciones. 

Analicemos la situación del empleado ahora, el trabajador común, el que está abonado en corporativo de sol a foco. El típico "godín". Este individuo ahora se levanta, tal vez un poco más tarde, si va bien, hace algo de ejercicio, se baña, desayuna y se sienta en su mesa, prende su computadora y se dedica por las siguientes 8-10 horas a contestar mails, hacer llamadas y participar en juntas. A la hora de la comida, se cambia de lugar en la misma mesa, come en 15-20 minutos y regresa a su esquina para continuar sus labores.  A las 8, 9, 10 de la noche, apaga la computadora y cambia el monitor por la televisión. El que está solo, se encuentra en un estado de perpetuo aislamiento que no se resuelve con el contacto por medios electrónicos, la soledad se ha apoderado de el. El que vive con alguien tiene que lidiar con la tensión de partir la mesa del comedor en dos para que cada uno tenga una "oficina". Si hay hijos, la tensión es mayor, cada uno está conectado con audífonos, la maestra tiene su agenda, el cliente tiene su agenda, el jefe tiene su agenda, y resulta que ahora, son los padres de familia los que entre llamadas (en el mejor de los casos, porque con frecuencia es durante ellas) y juntas tiene que supervisar que el niño haga, realice, corrija, apunte, se enfoque, responda, ejecute, comprenda y en resumen aprenda. Porque el maestro no se detiene, y a la menor provocación manda al niño a la "sala de espera".

No es de extrañar que la ansiedad se haya disparado en los hogares. Ya no hay tiempo de elaboración ni espacio. Si alguien tiene conflicto en casa, pasa ocho horas en la oficina, libre de ese conflicto y la distancia y el espacio le pueden ayudar a elaborar. Si alguien tiene conflicto en el trabajo, siempre podía llegar a casa, a su lugar seguro, a platicarlo con alguien. Hoy todo se resuelve en la misma atmósfera, en la misma habitación, en la misma mesa. Se acabaron las salidas después de la oficina, las reuniones en el bar local para hablar mal de los jefes o para celebrar los logros, ya no hay más el equipo de trabajo con el que me pongo de acuerdo para ir juntos al gimnasio a la hora de la comida y no fallar.  Ya no anhelamos llegar a casa a descansar, ya estamos ahí y la monotonía se hace recalcitrante, desaparece la ilusión, la novedad. Las presiones del trabajo y de la escuela (llamémosles externas) son mayores y se suman a las presiones de la ansiedad, soledad, miedo y depresión (llamémosle internas). Asediados por el virus desde hace meses, estamos encerrados, estamos solos, estamos aterrados. 

Además los padres, siempre aquejados por el temor a ser poco eficientes en su labor paterna tienen ahora la responsabilidad de sacar adelante las clases y los contenidos. Se han topado con que no conocían el comportamiento de sus hijos en la escuela, lo inquietos que son, lo dispersos que son, lo poco proactivos que son. Los padres no entienden (no tienen por qué) como es la educación y quieren que los niños aprendan todo en cada lección sin darse cuenta que el aprendizaje es un proceso. Con alarma los docentes se ven cada vez más cuestionados por los padres de familia y además notan como estos se vuelven cada vez más persecutorios y violentos con los niños, con frecuencia interrumpen las clases, o apagan las cámaras y micrófonos para "corregir" a sus hijos, cuando el niño vuelve a cuadro está llorando y cabizbajo.   

No te pierdas a ti. Este es el panorama general, pero siempre puedes hacer algo. Te enlisto una serie de recomendaciones para poder hacer frente a estos fenómenos y dinámicas:

1. Trata tu cuerpo porque es tu vehículo: duerme bien, aliméntate adecuadamente, haz ejercicio.
2. Haz ejercicio, duerme bien aliméntate adecuadamente.
3. Aliméntate adecuadamente, duerme bien y haz ejercicio.
(¿Cómo puedo estresar lo suficiente lo importante que es mantener el organismo en estado óptimo?)
Me dicen: en casa no puedo hacer ejercicio, te comparto: en youtube hay miles de tutoriales de ejercicio en casa, puedes subir y bajar escaleras durante 30 minutos, puedes desempolvar tu caminadora o tu bicicleta fija que usas de perchero. He encontrado con una frecuencia creciente clases de yoga en línea o entrenamientos personalizados en casa por parte de varios coaches.
4. Haz algo de meditación y/o practica el mindfullness, nuevamente te refiero a youtube. Ahí encontrarás miles de videos con meditaciones varias.
5. Entiende que no vas a poder controlar todo, suelta, relájate, haz tu mejor esfuerzo y confía.
6. Cuida tus horarios de trabajo. Trata en la medida de lo posible, cumplir el horario que tenías en presencial.
7. Trata de ver menos televisión y busca mejor otro tipo de actividades como cocinar juntos, leer, hacer videollamadas con amigos.
8. Busca la novedad activamente. Me han hecho varias propuestas de eventos en línea, como conferencias, clases de pintura, clases de cocina, por ejemplo. Un amigo mío se sale en su coche a dar una vuelta por la ciudad. 
9. Evita el aislamiento a toda costa.
10. Observa tus emociones, atiéndelas. Lo que sentimos nos habla de lo que necesitamos. Tus emociones son tus gritos de ayuda.
11. Habla con la gente, entiende que todos están igual y si tu inicias el diálogo puede que encuentres oídos empáticos, se podrán acompañar en este proceso tan complejo.
12. Evita los pensamientos tipo: "¿hasta cuándo podré regresar a mi vida normal?", "ya llevo siete meses en aislamiento", estas ideas no ayudan. Ayuda que te ubiques en el momento presente, no adelante, no atrás y vive un día a la vez, solo uno.

Espero que esto te aporte, el bienestar se trabaja activamente. No llega solo y menos en estos tiempos, tomarlo como una oportunidad de construirnos es nuestro derecho. 

1 comentario:

  1. Listo, copiar , imprimir y a difundir por que es necesario.
    Gracias

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