Vivir saludablemente en pareja es un arte que exige muchos más ingredientes que el amor. Hemos sobreestimado el poder del amor sin entender que éste depende del bienestar psicológico y espiritual que nos depara una buena relación. De tal manera que las máximas: "el amor no tiene límites", "el amor lo aguanta todo", "el amor lo puede todo", terminan siendo mitos que se desploman ante la realidad de una mala interacción. Y no necesariamente esto significa que en algún momento las personas no hayan sentido que se amaban, simplemente los hechos los enfrentan a nuevas realidades como: "el amor tiene principio pero también puede tener fin", "los límites del amor llegan hasta donde se toca la dignidad personal", "si genera dolor y resta paz, es cualquier cosa menos amor".
De tal manera que para vivir en una experiencia afectiva saludable, es menester contar con atributos personales que le permitan a cada miembro de la pareja ser buena persona y ser buena compañía para el otro. A esto le llamamos "calidad personal".
Si no se está preparado para vivir con uno mismo, si no se tiene empatía, capacidad para comunicarse, resolver problemas y negociar situaciones, quizás no sea una buena idea intentar asociarse en pareja.
Asimismo, cada uno necesita estar consciente de lo que tiene para aportar al otro y a la relación, más allá del dinero o bienestar material.
- Definir expectativas (¿qué quiere cada uno?).
- Hacer explícito lo que cada quien puede o está dispuesto a aportar.
- Sincerar los recursos personales con los que se cuenta para que la relación sana sea algo factible.
Son algunos de los aspectos que no se pueden manejar de manera tácita y que con frecuencia encuentro que no se abordan con seriedad en la mayoría de las parejas.